La Empresa Agroindustrial Azucarera (EAA) Cristino Naranjo, del municipio holguinero de Cacocum, no estaba en los planes iniciales para moler en esta campaña, según la estrategia trazada por la Dirección Nacional del sector, con el objetivo de concentrar los recursos y lograr mayor rendimiento en la zafra 2022-2023, acota en su información de Flabio Gutiérrez Delgado para el periódico Ahora.
En Holguín solo se alistaron para la presente molienda las EAA Urbano Noris, del municipio homónimo y el “Fernando de Dios”, de Báguanos, aunque las cinco empresas participaron en la zafra agrícola, para contribuir en el abastecimiento de las materias primas.
Ante las dificultades afrontadas por la EAA Urbano Noris en la producción de azúcar, la dirección provincial, bajo el consentimiento de las máximas autoridades del gremio en el país, determinaron que se sumara de forma directa a la contienda, la EAA Cristino Naranjo, para aportar en el cumplimiento del plan en el territorio holguinero.
La noticia sorprendió a muchos lugareños del batey azucarero cacocumense, y al mismo tiempo despertó la motivación que genera el bullicio de las calderas y los molinos, así como el pitazo de arrancada o cumplimiento del plan, en una comunidad acostumbrada a orientarse por el aire que guía el humo de la chimenea.
Había que movilizar a toda la tropa de la industria para cumplir con la misión asignada. Las reparaciones y mantenimientos son habituales en tiempos muertos de la zafra, pero en el área de los turbos generadores quedaban tareas pendientes, pues el mecánico de la EAA solicitó la baja y sin estas máquinas, en buenas condiciones, no se podía comenzar a moler la gramínea.
Una vez más, la industria del poblado de Cristino Naranjo necesitaba de las manos y la sapiencia de Alberto Serrano Vázquez (Serrano) y José Antonio Sampedro Romero (Chuchi), experimentados mecánicos de turbos generadores, oriundos de Cacocum y Banes, respectivamente.
Serrano, trabaja actualmente en la fábrica de motores eléctricos de su pueblo, como mecánico de máquinas de herramientas, pero inició su vida laboral en el área de los turbos del central Cristino Naranjo, en el año 1968, se jubiló en el 2010 y regresó hasta el 2017, porque, asevera, no tiene el valor de dejar esa misión a la deriva.
Durante ocho años preparó a su sustituto, porque nadie es eterno, no obstante, siempre mantuvo estrecho vínculo con la empresa, ante los llamados de emergencias y las roturas complejas, que paralizaban una tarea tan importante para los cubanos, como es la producción de azúcar.
Hablar de la fisura más reciente en el turbo generador uno, de cinco megawatt (MW), se resume en un cambio del bloque bomba del generador dos, fuera de servicio, para adaptarlo en el uno, un problema resuelto en poco más de tres horas de trabajo.
Sin embargo, resumir la obra de este consagrado mecánico y su compañero, deviene adaptar una pieza al turbo generador, con las calderas encendidas, para este reportero.
“Auspiciado” por un temperamento flemático, el ruido de la industria apagaba la voz de Serrano, quien, mirando la maquinaria, recordaba sus inicios, en el año 1968, cuando abrieron el primer curso en la escuela técnica para turbinas de vapor, en el propio central Cristino Naranjo.
“Al culminar el período de superación en este centro durante 18 meses, me mandaron para el central Antonio Guiteras, en Las Tunas, donde se formaban los ingenieros en Turbo-Generadores.
“Allí, en el año 1970 construimos la escuela y luego hicimos la etapa de nivelación. Pero vino una visita nacional y desintegraron este centro, por diversas razones. Lo cierto es que las ofertas de continuar los estudios eran en Villa Clara y Santiago de Cuba, pero yo opté por regresar al central de Cacocum, donde el mecánico era una persona cincuentenaria que pretendía jubilarse, por eso ocupé la plaza enseguida”, rememoró el longevo técnico.
Confiesa el diestro mecánico que las máquinas antiguas del central Cristino Naranjo eran americanas, pero en el año 1978, comenzaron a montar los equipos alemanes y pudo ser testigo de la primera que instalaron en su industria, sin embargo, después lo enviaron hacia la República Democrática de Alemania, con la misión de especializarse. Cuando regresó, la segunda ya estaba montada.
“Inicialmente estuve seis meses aprendiendo el idioma y luego fui por un mes a una fábrica donde se producía azúcar de remolacha, industria que contaba con dos máquinas igual que la número dos de aquí, de 1.5 MW.
“Posteriormente fui a aprender en un central azucarero. Allí transité por las áreas de fundición, montaje y prueba. En general, estuve durante un año en ese país, experimentando el funcionamiento de esas máquinas.
“Toda esa experiencia me ayudó mucho para enfrentar los inconvenientes que surgen en una industria y específicamente, en esos motores que generan energía para el central y, además, aportan al Sistema Electroenergético Nacional”, esgrimió Serrano.
La entrega y el compromiso con la industria azucarera distinguen al también “anirista”, quien, estando de vacaciones o certificado médico, no escatima su tiempo o salud para contribuir en el funcionamiento del ingenio.
“La especialidad que estudié siempre me ha gustado, me identifico mucho con esta profesión, por eso cuando me llaman de los centrales de otras provincias, allí estoy. Yo he trabajado en todas las industrias azucareras de Granma, Las Tunas y Holguín, entre otros ingenios del centro y el occidente de Cuba, de donde me han consultado cualquier inconveniente.
“Asumí la jubilación en el año 2010. Estuve dos meses nada más en la casa, porque había problemas con los turbos y tuve que volver. Trabajé siete años más, pero la dinámica de muchos años y la pensión que tenía, no me dejaban estar en pausa. Entonces decidí continuar mi vida en la fábrica de motores eléctricos, pero aquí estoy siempre que me necesiten”, finalizó Alberto Serrano.
Por su parte, Chuchi heredó la pasión por los turbos generadores de su padre, quien en su etapa laboral fungió como mecánico de estas máquinas en el antiguo central Boston, posteriormente nombrado Nicaragua, en el poblado de Macabí, municipio de Banes.
“Traía la profesión inculcada, sin embargo, me preparé como técnico en electromecánica, en La Habana, hasta que la corriente me sorprendió dos veces y no quise saber más de esa especialidad. Me quedé solo con la mecánica.
“Una vez egresado de la escuela técnica, me enviaron para el central Nicaragua, donde permanecí cerca de un año y luego fui a trabajar a la Delegación Provincial del Minaz, cuando aquello comprendía la región de oriente, que radicaba en Palma Soriano, Santiago de Cuba.
“Allí atendía los turbos americanos, húngaros, alemanes y todos los que llegaban. Trabajé aproximadamente cuatro años en esta instalación.
De ahí fui para la región de Mayarí-Banes, que radicaba en el central Guatemala (1973).
“Llegó la división político-administrativa y vine a trabajar para la Delegación de Holguín, atendiendo igualmente los turbos generadores en la provincia, hasta que, en 2002, el Minaz dejó de ser Ministerio.
“Ese año estábamos montando la máquina del central de Guatemala, municipio de Mayarí, en el López Peña, de Báguanos. Tal decisión me obligó a quedarme en la plantilla oficial del ingenio baguanense e hice mi vida allí un tiempo”, atestiguó Sampedro Romero.
Con el transcurso de los años el locuaz mecánico fue superándose en industrias de Alemania, Checoslovaquia y Rusia, además, en labores de trabajo instaló centrales azucareros en Vietnam y Venezuela, en este último país estuvo dos veces, en 2006 y 2015.
“En Vietnam hicimos un ingenio con un turbo de tres MW. Fueron tres años de duro trabajo desde que iniciamos la construcción de la industria hasta que finalizó con la producción de azúcar.
“Tuve la dicha de visitar la hermana República Bolivariana de Venezuela para reconstruir una industria en Zabaneta, Barina, el pueblo del Comandante Hugo Chávez Frías, donde se montó un generador americano con una turbina alemana.
Desde el 2017 estoy jubilado, pero activo, siempre presto a contribuir en la producción azucarera, porque somos de la vieja guardia y llevamos el azúcar en la sangre y no precisamente porque estamos enfermos.
“La complejidad de esta materia no está en el propio funcionamiento del equipo, sino en buscar soluciones mediante la innovación con las pocas piezas que tenemos, porque no hay repuesto para esas máquinas, por eso no votamos los desechos, pues mañana pueden ser la variante para remendar alguna rotura.
“Este resultado nos enorgullece. Saber que hoy se produce azúcar porque contribuimos a arreglar una pieza clave en la industria nos hace sentir útiles. Nos gusta el trabajo, no buscamos méritos, sino soluciones a los problemas en las máquinas que atendemos y por supuesto, que la zafra tenga buenos resultados”, coincidieron ambos mecánicos en la despedida.
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