Nuestro perspicaz estratega militar, Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, ante la obstinada escalada contra Cuba del imperio de los EE.UU, inteligentemente meditó que de producirse una agresión militar se podían fraccionar los territorios de la Isla Mayor por lo que tempranamente fijó a importantes cuadros de la Revolución para fortalecer la defensa militar territorial y dirigir la guerra en caso de que quedaran aislados. En nuestro caso, los hombres quedaron bajo el mando de Raúl.
Fue, de esta forma, que ‘’Fidel igual que mandaba al Che para Pinar del Río, a Almeida para el Centro, a mí me mandaba para Oriente cada vez que había una crisis de este calibre, de esta magnitud: Crisis de Octubre, Girón; pero en esta ocasión que te dije, estuve más o menos año y medio allí’’. 1
Como parte de esa trazada estrategia, a manera de un singular hecho histórico se recuerda con mucha emoción a nuestro General de Ejército, en su directa participación en la ocasión que incluyó a 5 mil hombres en 10 batallones de obreros, campesinos, estudiantes y de otros sectores de la parte norte de la provincia Oriental ,incluyendo uno mixto con personal de las Tunas, que alistó el territorio holguinero en el año 1960 para cumplir tareas emergentes de la defensa del país, indicado por la máxima autoridad del país Fidel Castro.
Correspondió a Raúl Castro, monitorear el fomento, organización y preparación de estos destacamentos milicianos de la tierra del General de las tres guerras y en todo el territorio Oriental.
La primera histórica misión cumplida por estos aguerridos jóvenes, fue la participación en los atrincheramientos formando una coraza defensiva, cubriendo zonas costeras y lugares estratégicos de defensa de la ciudad de Holguín y otras comarcas, a partir del 31 de diciembre de 1960 y hasta el 20 de enero de 1961, en ocasión del cambio de Presidente de los Estados Unidos.
Terminado este atrincheramiento sin descanso alguno,-con despedidas en la mayoría de los casos por parte el Comandante Raúl Castro-, partieron para el lomerío del Escambray, representando a la provincia de Oriente, junto con 70 batallones más de otros territorios del país, bajo el mando directo del Comandante en Jefe Fidel Castro, formados por 60 mil hombres destinados para una gran operación militar, conocida como “Operación Jaula” que constituyó la gran limpia de gusanos contrarrevolucionarios en esas montañas del centro del país, infestadas de alzados que esperaban una invasión mercenaria, la que resultó luego Playa Girón.
Estos batallones tuvieron su base de organización, completamiento y preparación en diferentes lugares de la región nororiental:
El Batallón no. 105, radicó en Guayacán, Chaparra, hoy Jesús Menéndez; el número 106 en la finca El Vapor, Floro Pérez, Gibara; El no. 107, bautizado por Raúl Castro con el nombre glorioso de Antonio Maceo, en territorio del Central Azucarero que llevaba igual nombre; el no. 108, integrado por milicianos de la Ciudad de los Parques, su campamento principal radicó en un antiguo burdel, llamado “El Tahití” a fueras del reparto Alcides Pino vía a Gibara, y en zonas aledañas de Holguín; el no. 109, en La Criolla de Camazán, hoy municipio Báguanos, donde fue su inicial teatro de operaciones.
El no.110, El Palmar, a un costado del poblado de Cacocum; el no. 112, en la Playa o zona de Yaguajay, Guardalavaca, Banes; el no. 113, en Cortaderas, de Antilla; el no. 115, en Playa Juan Vicente, de Mayarí Abajo; y el no. 121 integrado por holguineros y tuneros en predios de Cauto Cristo.
Con una preparación final que los entrenaba en el manejo de las armas recién llegadas fruto de la solidaridad, en las escuelas de Guirabo en Holguín, y San Pedrito, Santiago de Cuba, estos 5 mil combatientes, luego de la movilización, a partir del 31 de diciembre de1960, cuando el cambio de presidente en los Estados Unidos, comenzaron la operación “Jaula”, en las montañas del Escambray bajo el mando del Comandante Eddy Suñol Ricardo. Posteriormente, ocuparon puestos de combates en las zonas costeras de la provincia de Oriente cuando la invasión en abril de 1961 por Playa Girón.
La defensa de la ciudad de Holguín corrió a cargo del Batallón 108, integrado por 486 combatientes y bajo el mando de Jorge Sarmientos González, un trabajador de la galletería Gilda. Estos batallones se sumaron también en la movilización cuando la crisis de los misiles en 1962. En su intensa participación militar, una buena cifra de estos holguineros cumplieron con el internacionalismo en tierras del continente africano al constituir una excelente cantera para la formación del Ejército Oriental.
Lamentablemente muchos ya no están físicamente. El intento de contar esta historia con un acercamiento a la realidad y de forma abarcadora, presentó el inconveniente de que más de un 50 por ciento de los protagonistas de estos legendarios batallones ya no están y, en consecuencia, se llevaron a la tumba sus recuerdos, sus experiencias, sus motivaciones, sus remembranzas y sus vivencias.
Todos transitábamos con un fuerte espíritu patriótico envuelto en un régimen de recia disciplina militar, sin embargo, nadie capituló. A ninguno lo amilanó el miedo y nadie extrañó las comodidades de la casa. Estuvimos preparados para lo que resultara necesario, para cumplir las encomiendas de Fidel y Raúl, por muy duro que fuera, porque la defensa de las conquistas revolucionarias era la principal misión de todos.
Estas dotaciones milicianas holguineras, resultaron una sólida cantera para la formación del MININT, sobre todo para la Seguridad del Estado y la Policía Nacional Revolucionaria, también para las FAR, donde se formaron infinidad de oficiales y valientes combatientes, para el Partido Comunista de Cuba y otras instituciones.
Las oportunidades de la Revolución les permitieron a muchos escalar las aulas universitarias, donde salieron de sus filas médicos, abogados, ingenieros, educadores, contadores y una significativa cifra de oficiales de mandos para diferentes esferas militares.
Los holguineros, a 60 años de haberse formado este movimiento miliciano, no podemos dejar de reconocer al batallón “Las Clodomiras” integrada por más de 500 jóvenes mujeres, que bajo el mando de la actual Coronel de la Reserva Thelma Bornot, fueron capaces, entre otras, de cubrir las posiciones de defensa y orden interior, dejadas vacantes por los integrantes del Batallón 108.
El Comandante en Jefe como gran visionario y estratega comprendió antes que nadie que el conglomerado social, lejos de ser apartado, retirado o marginado, debía de dársele una real y decisiva participación y ser atraído cada vez más a las realidades patrióticas que las circunstancias nos obligaban a vivir, así le fueron entregadas las armas al pueblo en aras de la defensa de una Revolución que había costado más de 20 mil muertos. Estas acciones lograron que la población tuviera un sentido más amplio y real de la situación política que vivía por aquellos tiempos la nación y lograran conciencia del rol crucial que podía jugar el curso y desenlace de los acontecimientos, situaciones que nos hacían mantener vigente el postulado cardinal del materialismo histórico: “el pueblo es el creador principal, el sujeto de la historia”.
La alta confianza que Fidel depositó en la participación de estos holguineros, hombres humildes del pueblo, en acciones de tanta envergadura, respondía a su intuición de que era necesario fraguar mediante estas operaciones a miles de jóvenes obreros, estudiantes, campesinos, para que lograran una preparación militar que les permitiera una formación físico-conceptual integral para de esta forma convertirse en lo que resultó una cantera para conformar los ejércitos, en sus distintas regiones y de esta forma organizar y fortalecer las futuras Fuerzas Armadas Revolucionarias del país.
Estos destacamentos de combatientes,-que tuve el honor de formar parte de uno de ellos- en todos los escenarios de combate signados siempre con manifiesto orgullo rememorábamos “somos los hombres de Raúl Castro”.
En la actualidad a 61 años de aquel acontecimiento, los pocos octogenarios o próximos a ello que quedamos vivos, a viva voz exponemos “somos imperecederamente los hombres del General de Ejército Raúl Castro”. O, como Díaz-Canel lo retrató en un tridente —maestro, amigo y padre— que fundamenta, más que el vínculo personal, los vasos comunicantes que alimentan nuestra gesta.
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