“¡Fidel, sacude la mata y déjale un gajo a Raúl!” (1) exclamado por el pueblo, fue como un himno de guerra convertido en consigna por el Comandante Fidel Castro Ruz que resultó clave de los acontecimientos vividos por su hermano en la “Ciudad Héroe”.
Raúl, al frente del Oriente cubano, se encargaba de crear las unidades que conformarían el Ejército Oriental y otras misiones en la vida civil constante, además del enfrentamiento a los seudo revolucionarios de aquel primer Consejo de Ministros conformado en Santiago de Cuba.
Sus diversos viajes a la capital y otros territorios del país, relacionados con su alta responsabilidad como segundo Jefe de la Revolución y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, mostraron su amplia y depurada posición de principios para enfrentar a los acérrimos enemigos del pueblo y otras tendencias negativas y errores que se cometían.
Desde el Oriente Cubano, con sede en la Ciudad Héroe, la principal tarea del actual General de Ejército fue la seguridad del joven proceso libertario y la lucha contra los pusilánimes, los derrotistas y los seudo revolucionarios que lograron escalar posiciones en la etapa inicial del Triunfo de la Revolución, tomando como centro el primer Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario.
Valido reconocer la singularidad en el contexto del gobierno, la existencia en el año 1959 de dos tipos de Consejos. Uno, el oficial creado en la Ciudad de Santiago de Cuba, bajo la tutela del Presidente Manuel Urrutia en el palacio presidencial, hoy Museo de la Revolución, y otro, lleno de moralidad y ética en el edificio del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), actual sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (MINFAR) con Fidel Castro como principal actor.
En el palacio de la Avenida de las Misiones, que fuera madriguera del tirano Fulgencio Batista, se refugiaban junto a Urrutia, un amplio grupo de ministros, que en nada respondían a los intereses de la Revolución, y que con su actuar no reflejaban alternativas favorables al debate político doméstico, ni representaban a ningún sector del pueblo. Se trataba de individuos con tendencias a mantener la Revolución pero con el mismo ropaje burgués, y que, en todo momento, actuaban para bloquear las leyes de beneficio popular que generaban Fidel, el propio Raúl, el Che, Almeida, Ramiro y otros líderes revolucionarios.
En las palabras pronunciadas por Fidel ante la magna concentración popular del 21 de enero de 1959, frente al Palacio Presidencial, un sencillo hombre de pueblo agregó una coletilla a aquella elocuente consigna, y gritó a todo pulmón: ¡Fidel, sacude la mata y déjale un gajo a Raúl!
Precisamente, era Raúl uno de los dirigentes revolucionarios más atacado por los yanquis en su campaña de prensa durante los justos fusilamientos de los criminales de guerra del pasado régimen. El General de Ejército había declarado días antes a la prensa desde su mando militar en Oriente que “no se anden metiendo con nosotros, y que nos dejen en paz”. 2
En tales circunstancias, acotó:
Que me dejen aquí con nuestros muertos y nuestros espíritus de sacrificio. Con las heroicas madres orientales y con la pureza que los constantes sacrificios en aras de la patria han convertido en una hermosa realidad, no practicamos ningún tipo de regionalismo, como dijo Fidel: Cuba es indivisible, pero siendo Oriente la provincia más sacrificada y que más sufrió las consecuencias de la guerra, también debe ser la primera en eficiencia en el cumplimiento del deber.
Si Oriente fue la cuna de la libertad, esperemos que se convierta en el baluarte más firme de la Revolución, con su cadena de ciudades heroicas, encabezadas por Santiago, tan revolucionaria como sufrida.
Cualquier día los orientales nos vamos a poner bravos y vamos a acabar con los camajanes de La Habana. Aquí se puede hacer una manifestación enorme citando solamente a las madres de nuestros caídos. En toda Cuba, sin embargo, ya se olfatea la podredumbre politiquera que pretende aflorar La Habana. Repito que me dejen aquí con nuestros muertos y nuestro espíritu de sacrificio. 3
Retomando el tema de los elementos oportunistas que se enrolaron en aquel Consejo de Ministros, el pueblo trabajador consciente de ello, comenzó a mostrar su inconformidad y estimular ideas para liquidarlos de la escena política, porque sus postulados no estaban acordes con los principios sustentados en el programa del Moncada.
Era el pueblo rebelde, el pueblo que no quería que reviviera una tiranía sangrienta como la que se había derrotado, un pueblo que ya había hecho conciencia de los beneficios que para los humildes significaba este proceso revolucionario; un pueblo que no quería más en la escena pública a politiqueros, asesinos, personas corrompidas y, en consecuencia, accionaba de diferentes formas.
Estas circunstancias especiales se presentaban con mayor fuerza en el Oriente, y Raúl, quien por excelencia monitoreaba todo lo que acontecía, envió sus mensajes y tocó temas en los discursos públicos, rebelado contra las personas que con su actuar dañaban la imagen de la Revolución y sobre todo, mantuvo su constante atención e importancia a la seguridad personal del Comandante en Jefe.
Fuentes:
- Fidel Castro concentración popular del 21 de enero de 1959, frente al Palacio Presidencial Habana
- Antonio Núñez Jiménez: En Marcha con Fidel 1959,
- 63 – 65, Editorial Letras Cubanas, Cuba, 1982.
- Idem
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