Viajemos hasta aquellos tiempos, quizás no tan lejanos, cuando los moradores de esta tierra mitigaban el calor en las bendecidas pozas de estas corrientes llamadas pomposamente ríos.
Caudales que también suplían la nostalgia de las olas batiendo contra las no muy lejanas costas, aunque la carencia del salitre se antoja cual anhelo incumplido.
Pero estos arroyos-ríos, quizás una categoría intermedia, ya no complacen como antaño, aún así, fueron decisivos en el crecimiento de la entonces semilla que se expandió más allá de sus riveras, y tanto, que hoy sobresale del Valle de Mayabe, espacio donde se asienta buena parte de su casco urbano.
Y es que aquí se ha formado una identidad sin mar, con distinto sabor y hasta altanería, que lleva a cada holguinero destacar los valores de su pedazo de tierra, no importa si es natural o llegado de otros lares, pues su casa vale tanto más que la otra porque le queda cerca esto o aquello, y no por su calidad intrínseca.
Escuchen a los que viven en El Llano que gustan decir que en su barrio se vive como en una gran familia, y resaltan que allá el aire es más fresco, - y si lo dudan caminen hacia la famosa Loma de la Cruz y tendrán la sensación térmica en su piel.
Los de Pueblo Nuevo se ensalzan porque su pedazo fue la primera expansión del pueblo asentado entre los ríos Jigüe y Marañón, además de ser más alegres y fiesteros.
Y los de Vista Alegre no solo por ser los terceros sino porque su conga gana año tras año el concurso dentro del desfile del Carnaval.
La holguineridad llega tan lejos para su gente que los del reparto Alcides Pino en un momento creyeron se convertirían en un municipio fuera de Holguín por el número de habitantes del más populoso de los barrios de la urbe.
Y ni hablar de los vericuetos de Sanfield y la Aduana y la cadena de edificios multifamiliares que continúa creciendo hacia el Este de forma tal que Cueto no quedará a 64 kilómetros como reza una señal en el Elevado donde Sanfield y el reparto Plaza entrecruzan miradas.
Hay un hecho que apunta a que la mayor parte de los holguineros se ven rodeados de lomas y algunas montañas en la distancia, pero si se sale hacia San Andrés, Bayamo o Las Tunas el viajero se asomará a un plato cultivado, con esparcidas palmas o arboledas, y campesinos que se privilegian de casi vivir en la ciudad.
Y los holguineros que viven por las alturas del centro escolar Juan José Fornet remarcan su lugar por su suelo más antisísmico, de ser otro mirador natural y gozar de un privilegio que solo acontece en días claros.
Nada más hay que llegarse a la cima de esa loma y dirigir la mirada hacia el Sur, y una vez allá, y por encima de las lomitas del reparto Emilio Bárcenas, se disfrutará de ver desde Holguín a la mismísima Sierra Maestra – bella cadena montañosa cargada de historia patria.
En fin, no tienes mar, eres llano y medio montañoso, eres holguinero y privilegiado de que con tus ojos puedes ver encantos de la región oriental y del grupo Maniabón donde descansa tu pueblo.
Por eso te invito a seguir destacando los valores de este Holguín, que este cuatro de abril del 2020 celebrará los 300 años como pueblo. Disfruta este cumpleaños pues a otros les tocarán los 400 o el medio milenio.
Y que perdonen otros barrios los cuales también conforman esta ciudad que se expande en todas direcciones que no se mencionan aquí pero igual valen, incluido el llamado Centro Histórico, donde todo, o casi todo, queda cerca.
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