La afrocubana Yamilé López Arcos se ha vuelto muy popular, tanto que a "la negra de la Celia Sánchez” todo el mundo la conoce, en especial los pacientes; pero desde que salió en las redes sociales Holguín entero habla de ella, y alogia los 60 litros de té caliente que cada mañana hace para los enfermos de Covid-19 en esta sede universitaria, convertida en hospital de alto riesgo, acota Grethell Cuenca Durán, periodista de Radio Holguín.
"Yo soy una simple jefa de brigada de un turno de trabajo de aquí - afirma- y lo que hacemos forma parte de una iniciativa del colectivo, de mi jefe, la dietista, porque el buen cubano se despierta con una buena taza de café pero al no tener decidimos sustituirlo por té. A raíz de la Covid-19 retomamos la inciativa."
"Busco las matas medicinales que mi abuela y bisabuela nos enseñaron que podían aliviar las afecciones respiratorias. Empecé entonces a hacer un "coctel", como digo yo, de copal, algodón, guanábana y otras, y tuvo tal demanda que yo hago 60 litros de té por la mañana y se van en cuestiones de minutos."
De simple Yamilé López Arcos no tiene nada. Tal es su popularidad que los propios holguineros han invitado a sus coterráneos, a través de las redes sociales, a hacerle llegar las hojas, y hasta en el portal de su casa en el barrio de Alcides Pino le dejan los gajos de cuanta mata con propiedades medicinales exista. Ven en ella también una sanadora, que alivia, con las infusiones, el dolor de muchos.
"Yo tempranito me levanto, recorro el barrio y recojo las matas, todo lo pongo en bolsos, en tanquetas y llego a la sede como una loca llena de hojas. Debido a la publicación en Internet, ayer cuando me desperté me habían puesto en el portal un matojero de bejocubí y copal, las recogí y las traje para acá."
La gente dice que el té de Yamilé tiene aché. Para ella, aunque consciente de las propiedades de estas infusiones, su efecto no es más que el de algo que se prepara con mucho amor, y los mejores deseos.
"Ese aché es el amor principalmente y el deseo de hacer mi trabajo bien. Yo entro todo el tiempo en zona roja, veo el desespero, la impaciencia, el malestar de los pacientes. Esta labor es triste y es bonita a la vez porque me regocija saber que ese té va aliviar a las personas que están en cama. Lo que hago es buscar todas las matas que me voy acordando, mis compañeros también me traen y siempre le ponemos más, un poquito más porque se hace con todo el amor de un colectivo de trabajo."
Todo sucede en la cocina de la escuela, donde Yamilé lidera un grupo de personas a quienes les satisface que los pacientes e incluso el personal de salud reclamen el té, cuando no lo ven llegar.
"Hasta el personal de salud me trae loca también preguntando por el té desde que me ven" - cuenta envuelta en risas. Lleva trabajando 18 años en este centro, prácticamente desde su fundación, y lo ha visto ser de todo: hotel, universidad, centro de aislamiento para viajeros y finalmente hospital. La vocación de servir, en todos los casos, ha identificado al personal de servicio del que orgullosamente hace parte.
"Han sido meses de sacrificio, de mucho esfuerzo, de horas y horas dedicadas a los pacientes. Yo llevo desayuno, merienda, almuerzo, comida, merienda, si algún paciente necesita agua caliente o una fórmula, se la hacemos sin problema porque en el último tiempo los que hemos tenido aquí son de la tercera edad, 80 y 90 años, muy viejitos, que requieren atenciones especiales."
Yamilé es una mujer de fe, de las que cree en hacer el bien sin mirar a quien, de las que está convencida de que en esta batalla contra la Covid-19 se necesita querer hacer y solo con ello tendremos gran parte del terreno ganado.