El Movimiento 26 de Julio en Holguín se fundó en 1956 y tuvo tres periodos. El primero comprende el año 1956, el segundo, el último semestre de 1957 y el tercero 1958.
Los revolucionarios trataron de realizar una organización celular y con cierta compartimentación. Estos no conocerían a los máximos dirigentes de la organización y sólo tendría contacto con el jefe de la célula que le trasmitiría las órdenes emanadas de la dirección superior. La mayoría de los miembros del movimiento en aquellos momentos no aplicaron las medidas de seguridad que exige la lucha clandestina con toda la rigurosidad que demandaba el caso. La mayoría conocían quienes eran sus jefes, donde se reunían, como localizarlos. Los mismos miembros de la dirección hablaban públicamente contra el régimen y aprovechaban cada momento para expresar su desacuerdo contra la dictadura en plena vía pública, en la radio o en la prensa.
Casas de seguridad, es decir, casas de individuos que aparentemente no simpatizaban con el movimiento donde pudieran refugiarse los revolucionarios en un momento determinado, no existieron. Los combatientes se mantienen, en general, haciendo una vida pública normal. Por determinados hechos se dieron casos de que algunos pasan a la clandestinidad durante varios días, pero siempre acababan por regresar a la vida pública.
Aunque sin aplicar las medidas de seguridad necesarias y que caracterizan este tipo de organización, en Holguín se llegaron a crear algunas células, por ejemplo: Waldo Pérez, Idelgrade Zapatero, Sergio Góngora afirmaron en una entrevista con el autor que llegaron a tener sus respectivas células. En algunos barrios rurales también se creó este tipo de organización. En las células rurales si se cumplió más estrictamente la medida de seguridad, pues los miembros de la filiación no conocían a la dirección del movimiento.
Los jefes del Movimiento y los hombres de acción eran bien conocidos por la represión, prácticamente todos ellos habían sido detenidos en alguna ocasión. Incluso en épocas tan tempranas como en abril de 1956, cuando el ataque al cuartel Goicuría varios miembros de la dirección son detenidos. El servicio de inteligencia militar enemigo llegó a conocer los nombres de los militantes más activos.
Sin armas, sin recursos con que realizar sabotajes importantes los militantes del Movimiento se dedicaron a realizar cuanta acción pública pudieran para desprestigiar al régimen de Fulgencio Batista e incorporar al pueblo a la Revolución. Esto no fue un acuerdo, ni una orientación específica, sino una forma de actuar de la mayoría de aquellos combatientes. Aunque era indudable que esto fue sumamente provechoso en cuanto al proselitismo y la agitación, descubría ante los cuerpos represivos a los más aguerridos militantes.
Centros de contacto y reuniones
En la lucha clandestina es indispensable tener lugares donde realizar contactos y reuniones para ofrecerles información a los militantes. En Holguín estos lugares sirvieron para recoger o dar orientaciones, entregar propaganda, dinero, localizar un compañero, realizar esporádicos encuentros, hablar sobre una orientación y en fin servir de vínculo para resolver los numerosos y complejos problemas que se presentan en una lucha clandestina.
En Holguín sirvieron como lugares para realizar contactos, el puesto de frutas de Francisco Riverón en la Plaza del Mercado, el restaurante que administraba Arturo Pérez llamado La Cubana situado en la calle Frexes 99, entre Mártires y Máximo Gómez, el Club Casana, la fonda de Revellón en la Plaza del Mercado, la cafetería La Cubanita en Maceo entre Luz Caballero y Martí y una casa situada en la calle Prado número 19.
También se realizaban contactos y reuniones en la casa de Ildegrade Zapatero en Cervantes entre Arias y Agramonte y el expendio que tenía este en la plaza del Mercado, en la bodega de Luis Peña. Se realizaron reuniones y contactos en otros lugares, pero más bien esporádicamente. El centro de contacto más importante que tenía el Movimiento 26 de Julio en Holguín era el expendio de frutas de Paco Riverón.
Francisco Riverón, de origen campesino, se había establecido en la ciudad alrededor de 1948 después de probar suerte en varios trabajos logró establecer, con la ayuda de algunos amigos, un puesto de venta de frutas y viandas en la Plaza del Mercado. Esta había sido construida en el siglo XIX para satisfacer las necesidades de venta y compra de productos en la ciudad, en ese año de 1956 estaba poblada de puestos de venta al por menor, acudían a ella cientos de campesinos trayendo los productos del campo con la esperanza de llevar algún dinero para su casa, llegaban allí también gran cantidad de compradores. Todo esto hacía que constantemente circulara numeroso público en esta área, lo que facilitaba el movimiento de los revolucionarios alrededor del puesto de Francisco Riverón.
Cualquier miembro del Movimiento 26 de Julio podía acercarse al puesto de ventas con el pretexto de comprar alguna fruta y mientras se la comía entregar o recibir cualquier orientación. También, por medio de mensajeros que tenía el puesto para llevar productos a clientes, repartían propaganda. La policía en ese año no llegó a conocer en detalles de las actividades clandestinas de Riverón ni de la utilización de su negocio como centro de contacto.
Otro de los centros de contacto era el restaurante La Cubana. Este bar restaurante se encontraba en la calle Frexes entre Mártires y Máximo Gómez, el administrador del restaurante era Arturo Pérez, miembro del Movimiento 26 de Julio que vivía al fondo del restaurante con su familia.
En el restaurante paraba la ruta de Ómnibus Consolidados la Cubana y al lado la Ruta 80; ambos hacían el recorrido de Santiago de Cuba a La Habana. Esto hacía que, generalmente, se encontrara gran cantidad de público. Era en este ambiente bullicioso donde se realizaban los contactos, en ocasiones, estando allí miembros del ejército.
Fue también un centro importante de repartición de propaganda. Arturo Pérez recibía la propaganda y la dividía en paquetes y por una contraseña acordada se la entregaba a los compañeros que la iban a buscar. En este lugar estuvo Frank País.
En una posada que se encontraba en la Plaza del Mercado, conocida como la fonda de Revellón, en ocasiones, se reunían los miembros del Movimiento. Allí había un expendio de comida y unos cuartos que se alquilaban. Cuando un miembro de las células de los barrios rurales o de otro municipio se tenía que quedar en Holguín se le llevaba a comer y a dormir allí. Este lugar tenía la ventaja de que tanto la comida como la habitación eran relativamente baratos lo que no representaban un gran desembolso para el Movimiento.
También se efectuaron contactos en la cafetería La Cubanita situada en la calle Maceo entre Martí y Luz Caballero. Uno de los centros más importantes, tanto de contacto como de reuniones era el Casana Club, situado en la calle Maceo frente al Instituto pre universitario y el Parque Infantil. De los empleados del Casana, tres de ellos René Elías Borges (Baracoa) encargado, y los camareros Raúl Sánchez y Víctor Paneque eran miembros del Movimiento 26 de Julio.
Cuando un grupo de revolucionarios tenía que efectuar una reunión ocupaban una mesa del salón y los empleados, miembros del Movimiento, les servían algunas bebidas alcohólicas. Así pasaban por un grupo de amigos que se reunían a tomar. En sus recorridos por los municipios de la antigua provincia de Oriente, Frank País se reunió en el Casana con la dirección del Movimiento en Holguín. Allí también se ocultaron armas. Se aprovecharon los momentos en que estaba cerrado para enseñar el manejo de una pistola.
Para sus actividades en este centro los combatientes contaban con un encubrimiento perfecto. El propietario del Casana era un incondicional al régimen. Aunque este llegó a sospechar que allí se realizaban actividades subversivas fue convencido por los empleados de lo “incierto” de esto.
El centro de reuniones habituales y que llegó a ser un verdadero cuartel del Movimiento 26 de Julio era la casa de Prado 19, entre Fomento y Progreso. En esta casa residía el matrimonio formado por Nelson Peña y Juana Badía García.
Nelson Peña era albañil y fue incorporado al Movimiento 26 de Julio por Pedro Díaz Coello y su cuñado Francisco Badía. Fue a principios de 1956 cuando él y su esposa alquilaron, por 20 pesos mensuales la casa de Prado 19.
La casa “…era de teja y corredor y un pasillo hacia atrás que tenía sala, saleta, cocina, comedor y tres cuartos… (1) En esa casa vivían el matrimonio y sus tres hijos.
Muy pronto Pedro Díaz Coello y Francisco Badía convirtieron la vivienda en un verdadero cuartel del Movimiento. Se efectuaron reuniones, visitaban la casa compañeros en busca de información. A veces Pedro Díaz Coello se quedaba a dormir en un cuarto que le habían reservado. Una noche fue detenido por la policía allí. En muy pocas ocasiones se guardó en este lugar propaganda, armas o cualquier otro material comprometedor. Prado 19 era en esencia un centro para realizar reuniones y contactos. Fue visitada por compañeros del Movimiento de otros municipios. Uno de los lugares frecuentados por los revolucionarios holguineros eran dos bancos situados en el parque Calixto García. Estos bancos situados frente al Terraza Club y la tienda los Retazos en la zona del parque frente a la calle Libertad. Los revolucionarios holguineros llegaron a identificar este lugar como “El Banquito”. Allí casi todas las noches acostumbraban a ir compañeros del Movimiento 26 de Julio, militantes del Partido Socialista Popular y desafectos al régimen, en general.
Las conversaciones convergían siempre hacia la agitada vida política del país. Era un centro de propaganda y difusión de las ideas revolucionarias. El banquito sirvió también para crear unidad de acción entre los compañeros que se enfrentaban al régimen.
Los empleados no comprometidos con el movimiento clandestino del Casana Club, La Cubana, el puesto de frutas de Paco Riverón, así como los vecinos de Prado 19 seguramente sospechaban de la labor clandestina que se efectuaba en esos lugares. Sin embargo, no se producen denuncias. Era una solidaridad silenciosa y no siempre reflejada en los estudios históricos.
Acción y sabotaje
El jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio en la antigua provincia de Oriente era Frank País. En el municipio de Holguín fueron jefes de acción y sabotaje Víctor Paneque y Manuel Borjas Borjas. El frente de acción y sabotaje se encargaba fundamentalmente de los sabotajes y los entrenamientos.
Para los sabotajes se presentaba una primera dificultad la falta de recursos de todo tipo para llevarlos a cabo. Los explosivos, que es el material esencial para este tipo de acción, fueron muy escasos. En vista de esto los sabotajes que se realizaron fueron fundamentalmente el de romper cristales de tiendas e instituciones oficiales, producir cortos circuitos en el tendido eléctrico, quemar puentes de ferrocarril, lanzar grampas en carreteras y calles para ponchar los autos.
La mayoría de estas acciones fueron realizadas por un grupo de militantes que se habían agrupado alrededor de la dirección del Movimiento 26 de Julio y que estaba integrada por los más activos y decididos combatientes entre ellos se encontraban: Luis Peña, William Aguilera, Gilberto González Rojas, Eddy Suñol Ricardo, Delio Gómez Ochoa, Antonio Pérez Herrero, Manuel Borjas Borjas, Waldo Pérez y otros. Se destruyeron a pedradas utilizando la protección de la noche los cristales de la compañía telefónica, compañía eléctrica y varios edificios públicos.
Se hicieron intentos para destruir o inutilizar las líneas que conducían la electricidad a la ciudad de Holguín. Estos consistían en tratar de unir los cables por medio de una cadena lo que creaba un corto circuito y provocar un apagón en la ciudad.
También se intentó dinamitar las bases de las torres. Estas acciones fueron realizadas por compañeros de las células de la ciudad y de las Cruces de Purnio, pero no se obtuvieron los resultados que se esperaban. La escasez de explosivos y la resistencia de las torres que sostenía los cables eléctricos impidieron su destrucción. La desproporcionada altura de los torres y lo difícil de hacer llegar a ella una cadena frustraron la mayoría de las sabotajes contra el fluido eléctrico. Las células de Cacocum, Mir, y las Cruces de Purnio incendiaron algunos puentes del ferrocarril.
Estos puentes eran de maderas, se impregnaba la base de gasolina y se incendiaban. Aunque no se llegaron a inutilizar completamente. También se regaron grampas dobladas de forma que el caer siempre quedara una parte de la punta hacia arriba para ponchar los autos. En esto se destacó especialmente Luis Peña, la célula de Mir colocó en la carretera central piedras de grandes proporciones para detener el tráfico.
Los efectos materiales los sabotajes realizados en Holguín en 1956, en realidad, fueron pocos. Si bien el factor fundamental fue la falta de recursos materiales es indudable que el efecto político se dejó sentir. El hecho de que a menudo aparecieran petardos, aunque no hubiesen estallado, que se encontraran un puente incendiado, los intentos de destruir una torre de conducción de electricidad y otras acciones, independientemente del resultado de estas, crearon una atmosfera de inseguridad en las fuerzas represivas y dejaba sentir la presencia de la Revolución.
Era también una forma de que el pueblo paulatinamente se fuera incorporando a la lucha. A esto hay que sumarle los acontecimientos nacionales: el movimiento estudiantil y obrero, las diversas acciones del Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular en otras ciudades. Todos estos hechos nacionales y locales hicieron que al finalizar el año 1956 Holguín se encontrara en un ambiente de inseguridad.
Los entrenamientos
Uno de los principales objetivos del Movimiento 26 de Julio en Holguín era preparar a sus miembros para cuando se efectuara la llegada de Fidel, que se encontraba en México, incorporarlos a la lucha armada. Para esto se realizaron algunos entrenamientos. El jefe de acción y sabotaje era el responsable de dirigirlos.
Generalmente cuando se realizaba un entrenamiento iban menos de diez compañeros, tanto por la falta de recursos para trasladarse, como para no despertar sospechas en los cuerpos represivos. Se realizaron en las Cruces de Purnio, barrio rural situado a unos 20 km de la ciudad de Holguín, Sao Arriba, otro poblado en las cercanías de la capital provincial, en la finca de los padres de Pedro Díaz Coello, en la zona de Nipe y otros lugares.
Eran zonas donde había bosques o sabanas para poder realizar los ejercicios sin ser importunados por curiosos. Además, residían en las inmediaciones de esos parajes miembros o familiares de los militantes. En las Cruces de Purnio había una célula, en Sao Arriba Víctor Paneque tenía familia y en Nipe residía la madre de Pedro Díaz Coello, Zoila Coello Labrada, que era además una activa colaboradora del Movimiento 26 de Julio. Esto permitía que en caso de ser descubierto poder tener un pretexto de su presencia en esos lugares. Para trasladarse utilizaban autos de miembros o colaboradores del Movimiento.
La preparación consistía en primer lugar en enseñar el manejo de armas de fuego. Se utilizó para esto un M-1, un Springfield y una pistola. A los miembros del Movimiento se les enseñaba el manejo teórico, pues nunca se efectuó un disparo con ellas por la falta de parque, se realizaron disparos con fusiles calibre 22 y escopetas de cartucho.
Se enseñó también como utilizar el arma en la lucha cuerpo a cuerpo, como avanzar, protegerse en el combate, etc. Se enseñó teóricamente la utilización de explosivos y la confección de cocteles molotov.
Muy pocos miembros de las células creadas en los barrios rurales participaron en estos entrenamientos. Pero los compañeros de esas células que participaron se encargaron de enseñar lo que habían aprendido. Así Eddy Suñol, jefe de la célula de las Cruces de Purnio se le encomendó enseñarles a sus compañeros el manejo de armas de fuego. Algunos compañeros por su cuenta, con el pretexto de que estaban cazando se dedicaron a practicar tiro con fusiles deportivos.
De todos los miembros del Movimiento 26 de Julio en Holguín en 1956 solo dos tenían experiencia militar y conocía el manejo de armas. Teniendo en cuenta esto los entrenamientos por muy rudimentarios que fueran tenían un valor práctico para la lucha: el enseñar el manejo de armas de fuego a los militantes. Era también una forma de probar a los hombres, de mantener la moral y la cohesión de la organización.
NOTAS
1.-Juana García Badía, Entrevista, Archivo de la Sección de Historia del DOR del PCC provincial, Holguín.
Entrevistas realizadas por el autor a: Francisco Badía, Manuel Borjas Borjas Hernán Pérez Concepción Adrián Betancourt, Gaspar Carballido, Antonio Cimarro, José González del Río, Ofelio González, Sergio Góngora, Delio Gómez, Waldo Pérez Mulet, Arturo Pérez Cuenca, Raúl Sánchez Concepción, René Elías Borje (Baracoa), Hernán Pérez Concepción, Manuel Angulo Farrán, Enrique Subirat, Edison Hidalgo y otros.
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